En los últimos cuatro años fueron asesinados cuatro de los principales jefes de la cúpula esmeraldera. El más reciente, Hernando Sánchez Sierra, el ‘patrón’ del negocio, heredó no solo el emporio billonario de Víctor Carranza, sino también sus disputas. La famosa guerra verde que bañó en sangre la zona esmeraldera de Boyacá, sigue dejando esquirlas. Estas se han evidenciado en sofisticados crímenes ejecutados con tiradores de larga distancia y sicarios con bagaje en exclusivos sectores de Bogotá.Sánchez ya había sobrevivido milagrosamente a un ataque sicarial hace más de diez años. Recibió 11 impactos de bala, pasó dos meses en coma y fue sometido a una decena de intervenciones quirúrgicas. En octubre de 2023, nuevamente alcanzó a escuchar el silbido de los proyectiles mientras estaba en la terraza de su oficina con su socio ‘Pedro Pechuga’, en la calle 117 con carrera séptima. Y por esa misma época fue abandonado un maletín con explosivos en la entrada del edificio Emerald Trade Center, casa matriz de su empresa. Es el común denominador entre los socios esmeralderos. Las principales cabezas, al mejor estilo de los gánsteres, acumulan un rosario de ataques e intentos de homicidio hasta que finalmente caen. Sánchez Sierra, uno de los hombres más custodiados —movilizándose en caravanas blindadas y con vidrios del grosor de un libro en su casa y oficina— no logró librarse de la suerte que ya había alcanzado a personas de su círculo de confianza, entre ellos ‘Pedro Pechuga’.En agosto del año pasado, en una de las casas contiguas al lugar donde el pasado 6 de abril Hernando Sánchez Sierra recibió un proyectil de fusil de larga distancia en el pecho, Juan Sebastián Aguilar, mejor conocido como ‘Pedro Pechuga’, fue asesinado de la misma manera. El modus operandi fue calcado: un francotirador apostado en los cerros orientales y apuntando el visor a las casas del lujoso conjunto Bosques de Marqués, donde residían los esmeralderos.‘Pechuga’ ingresó a la organización de Carranza como escolta y se fue ganando su confianza hasta convertirse en su jefe de seguridad. Con la experiencia adquirida protegiendo a uno de los hombres considerados ‘objetivo militar’ en varias listas, montó una empresa de vigilancia que, a su vez, ofrecía los servicios a los principales socios de Esmeraldas Santa Rosa S.A.S., la compañía de Carranza en la que logró obtener un asiento en la junta accionaria.Para Petrit Baquero, autor del libro La nueva guerra verde, su asesinato, de cierta manera, dejó desprotegidos a los demás socios, ya que era él quien se encargaba de escoger a sus escoltas.’Pechuga’ había recibido un aviso en 2023. El intento de homicidio con francotirador perpetrado ese año se terminó consumando trece meses después.Los primeros asesinatosEl recientemente asesinado Sánchez Sierra empezó su trayectoria en las minas de Muzo y Coscuez de la mano de Luis Murcia conocido como el ‘Pequinéz’. Era uno de los grandes esmeralderos de la bonanza de finales del siglo pasado. Estuvo metido de lleno en la guerra entre clanes y fue uno de los que firmó la llamada ‘paz verde’, en 1991.En 2014 fue asesinado en su finca. Llevaba meses desplazándose entre los municipios de Arbeláez y San Bernardo (Cundinamarca), bajo estrictas medidas de seguridad debido a las amenazas que venía recibiendo. Finalmente, en la noche del 11 de septiembre sus enemigos lo alcanzaron. Varios hombres armados ingresaron a la propiedad. El esmeraldero logró salir de la vivienda, pero fue descubierto por los atacantes, que le dispararon en seis ocasiones.Por la cronología de los hechos y, según el testimonio que Sánchez Sierra -su pupilo- dio ese año a EL TIEMPO, las sospechas apuntaban al bando de Horacio Triana y Pedro Nel Rincón, el temido ‘Pedro Orejas’. Con ellos, de acuerdo con el investigador Baquero, se habría reavivado una disputa por el control de la mina Cunas, en Maripi, Boyacá, que supuestamente fue arrebatada por el clan Carranza.El caso de la mina Cunas es uno de los frentes de esta disputa sin cuartel, donde se mezclaron paramilitares, narcotraficantes y poderosos actores del crimen organizado. En el bando de los Triana y ‘Orejas’ aparece Julio Lozano Pirateque, señalado de estar en la cúpula del narcotráfico hoy asentada Dubái, en Emiratos Árabes.Las retaliaciones en el otro bando y el lastre del narcotráficoDos de sus socios, Luis Agustín Caicedo, alias Don Lucho, y Claudio Javier Silva, cayeron en medio de retaliaciones.El primero de ellos fue asesinado en el barrio Pablo VI de Bogotá sobre las 9:30 a.m del viernes 16 de julio de 2021. ‘Don Lucho’ había pagado una condena por lavado de activos y narcotráfico en cárceles de Estados Unidos. Llevaba un año en Colombia y, según las pesquisas de la Fiscalía, había sido citado por el abogado William Duarte (también asesinado) para estudiar un caso judicial. Caicedo terminó siendo el gran patrón del narcotraficante Daniel ‘Loco’ Barrera y socio de Julio Lozano Pirateque, con quien fue vinculado en una megaoperación de lavado que, un lustro atrás, salpicó al equipo de fútbol Santa Fe.Claudio Javier Silva, otro lavador, fue asesinado el 11 de noviembre de 2022 a tiros de fusil. “Ese crimen fue el número 13 en una vendetta entre mafiosos y narcoesmeralderos que tiene como escenario Bogotá”, publicó en su momento la Unidad Investigativa de este diario.En la carrera 53A con calle 150A, fue interceptado por cuatro hombres fuertemente armados que descendieron de igual número de motocicletas y abrieron fuego contra él y el otro ocupante del vehículo que estaba estacionado en ese punto. Claudio aparecía en el organigrama de ‘Don Lucho’ y este a su vez en el de Pirateque. “Lo que se dice es que se trata de una disputa entre narcotraficantes que pagaron cortas condenas en Estados Unidos y regresaron a Colombia a reclamar lo que consideran suyo. Es una pelea por narcotráfico, propiedades y redes de testaferros”, agregó el investigador Baquero. Sara Valentina Quevedo Delgado Redacción Justicia

Hernando Sánchez Sierra y las cabezas de la junta esmeraldera que han sido asesinadas en vendettas
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