Dicen, quienes conocen del tema, que las gallinas con frío ponen menos huevos. También cuando llueve o cuando hace calor. Algo similar viven los libreros de la Cuesta de Moyano, esa feria del libro permanente al aire libre a un costado del Jardín Botánico de Madrid, que llevan un siglo capeando el temporal y diversas vicisitudes para vender sus libros. Y este año cumplen 100 años haciéndolo. Sus casetas grises resisten, estoicas, abiertas todos los días del año, siempre a la espera de algún lector o bibliófilo en busca de ediciones descatalogadas, novedades, o libros de ocasión que conviven en un meticuloso desorden. Este viernes ha llegado hasta ahí la reina Letizia para recorrer de arriba a abajo los 30 puestos, en un acto más de los muchos organizados para celebrar el centenario de la cuesta, que se cumple este domingo.Más informaciónHoras antes, el día ya se adivinaba especial. Se trataba de la primera visita oficial de la Casa Real a Moyano y los protagonistas definían el evento como “histórico”. Libreros de toda la vida, de tercera o cuarta generación al mando de la misma caseta durante cien años, otros propietarios nuevos —los más valientes— e incluso algún jubilado que volvía a su querencia para saludar a la Reina en su caseta. Algunos de gala, otros no tanto porque, como se escuchó salir de algún puesto, “hoy no tocaba”. La famosa feria nunca ha sido ajena a las visitas estelares. Por ahí han pasado personajes ilustres como José Ortega y Gasset, Ernest Hemingway, María Zambrano, Pío Baroja, Gómez de la Serna, Azorín, Patti Smith o García Lorca. “La calle más leída de Madrid”, dijo alguna vez de ella Francisco Umbral y desde entonces la feria utiliza la frase como lema. La reina Letizia, Isabel Díaz Ayuso, Ernest Urtasun y José Luis Martínez Almeida, durante su visita a la Cuesta de Moyano, este 9 de mayo. José Ruiz (Europa Press)Es un referente de la cultura de Madrid y del mundo literario, pero lleva años en crisis y la suya es una historia de resistencia. “Hoy en día es muy difícil vender un libro. Estamos contentos de que la Reina venga porque es un reconocimiento a la labor que llevamos haciendo cien años por la cultura”, cuenta Paloma Grimaldos, a cargo de la caseta 24 desde 2002. “Esto no ha ocurrido nunca, se recibe con alegría, siempre viene bien”, tercia Isabel Sánchez, detrás de la caseta 6. Con ellos coinciden todos. También son conscientes del hábito lector de Letizia y dudan de las posibles recomendaciones para hacerle. “Da un poco de miedo porque entiendo que lee muchísimo y no sé que ha leído ya o no”, dice Efrén Benítez, especializado en novedades. Algún otro se moja: “Faulkner, algún escritor norteamericano, Crematorio de Chirbes firmado por él”, se aventura Jorge Rodríguez, detrás de la caseta 18, y Paloma Grimaldos presume un libro de la Historia de los Borbones —”Aunque imagino que este le interesará más al marido”, bromea—. Lo cierto es que la Reina tardó apenas tres casetas en comprar el primer ejemplar. Antes avisaba a sus acompañantes: “Voy con cuidado de qué tocar porque luego se interpreta…”. Tal vez por eso su equipo prefirió colocar a la prensa unos 15 metros alejada de la comitiva y de los transeúntes que curiosos preguntaban “¿quién es?”, móvil en mano y pegando saltitos para alcanzar a ver. Letizia salió con El vendedor de libros viejos, de Stefan Zweig; Monstruos y Lógica, de Chesterton; Cartas de un poeta (1826-1849), de Edgar Allan Poe; y Fábulas fantásticas, de Ambrose Bierce. También la organización le regaló dos primeras ediciones de Pío Baroja, Las noches del Buen Retiro y El mundo es ansí, y para las hijas, una edición limitada ilustrada en color por el autor de El señor de los anillos, una primera edición de La dama joven y las Obras selectas de Carlota, Emilia, Ana y Patricio Brönte. Lara Sánchez, presidenta de la asociación Soy de la Cuesta encabezó el recorrido donde también estuvieron el ministro de Cultura, Ernest Urtasun; María José Gálvez, directora general del Libro, la Lectura y el Cómic del Gobierno de España; el consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, Mariano de Paco; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida; la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz y la presidenta de la Comunidad Isabel Díaz Ayuso, además de una decena de personalidades de la cultura como Edu Galán, Rosa Montero, Mara Torres o Carlos del Amor. “Era como ir con una amiga lectora. Fue muy amable y lo sabía todo de la feria”, cuenta Sánchez. la Reina habló con todos los libreros sobre el negocio y, según dice la presidenta de la asociación, “se preocupó por la situación de Moyano”. Pasó por los micrófonos de la Cadena Ser y declaró su amor por la radio, con la que se despierta cada mañana, y por los libros, aficiones por las que no le molesta que la llamen “viejuna”. También prometió, cuenta algún librero, “una visita privada” a la que es una de los dos únicas ferias de libros a pie de calle aún activas en Europa. La otra, los Bouquinistes de París, a orillas del Sena, Patrimonio Mundial de la UNESCO y que lleva ahí unos 500 años —El presidente de la Association Culturelle des Bouquinistes, Jérôme Callais, también estuvo en el recorrido—. Lara Sánchez, Ernest Urtasun, Carolina Méndez, Andrea Levy, la reina Letizia, Isabel Díaz-Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, visitan la Feria de Libros permanente de Madrid en la Cuesta de Moyano.José Ruiz (Europa Press)Hermanamiento entre feriasUn día antes, el jueves, las dos históricas ferias se hermanaron en un acto celebrado en el Institut français d’ Espagne, en Madrid. Un evento que sirvió para recordar anécdotas de esas que dotan de sentido a la experiencia de pasear entre casetas en busca de libros. Algunas tan inverosímiles como sorprendentes. Como cuando un Bouquiniste, contó Callais, encontró en la feria parisina una edición de un libro de Balzac dedicado por el gran novelista francés. Lo compró, desde luego. Pero por menos de lo que gastaría en un café en la capital francesa: 6 euros. O una edición original de Madame Bovary —su precio debe rondar los 1.000 euros— por 20. Esa esencia detectivesca también la defendió Guillermo Blázquez, librero de toda la vida y ahora más bibliófilo que otra cosa, en el mismo evento: “Se pueden encontrar libros por 1 euro, libros antiguos. Y estoy seguro de que todos, cuando empezamos, cometemos errores. Se pueden encontrar verdaderas gangas. Yo, en particular, he vendido libros que no sabía lo que vendía en ese momento. Es habitual, muy habitual”. Eso, que no existe en otra parte, es lo que defiende Lara Sánches y por la que ha organizado, entre otras cosas, la visita de este viernes. “Ha sido muy difícil llegar aquí, ha habido mucha lucha”, asegura la presidenta. La cuesta solo cerró un par de semanas en 1939, al término de la Guerra Civil y durante el covid que “casi se la carga”. “Moyano merece la dignidad de eventos como este. Hemos trabajado sin descanso y estamos contentos porque vemos resultados”, sigue Sánchez rebosante de emoción. “Salió el sol”, respiraba aliviada al inicio del recorrido y cuenta que “rezó”, como periodista que también es, para que el papa saliera elegido el jueves y no le quitara relevancia a su evento. León XIV le hizo caso y el clima dio tregua. Lleva cinco años encabezando la lucha por la supervivencia de la cuesta, reclamando derechos a las autoridades y difundiendo el trabajo de los libreros. Quizá por eso su respuesta a la pregunta de ¿qué deseo quiere para la cuesta?, resulta inesperada. “Mi mayor deseo es que deje de llover”, cuenta. Y lo justifica: “Con lluvia no se puede vender. Que el cambio climático no azote más de lo que está azotando. No renta. No han vendido nada en marzo, ni en Semana Santa, ni el puente de mayo. Mi mayor deseo es que todos trabajemos, ciudadanía y políticos, para frenar en alguna medida el cambio climático”. Al negocio de las ferias de libros a pie de calle, como al de las gallinas, no les viene bien los climas extremos. Un problema más de los muchos que llevan años superando.

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