La sentencia no tiene matices: “Milei y MAGA son compañeros de viaje”. Las palabras del secretario del Tesoro, Scott Bessent, sobre la complicidad entre el presidente ultraderechista de Argentina y el proyecto de Donald Trump, Make America Great Again (Hagamos grande Estados Unidos otra vez), suponen una declaración de intenciones que define un vector de las relaciones diplomáticas de la Administración republicana en América Latina. En la internacional del trumpismo hay un acorazado que defiende, más que nadie en la región, la política de Washington en materia de seguridad, inmigración y economía, incluso a pesar de las consecuencias de la guerra arancelaria. Además de Milei, los aliados con poder de gobierno son el mandatario salvadoreño, Nayib Bukele, y el ecuatoriano Daniel Noboa, que el pasado domingo revalidó el cargo hasta 2029.Esta alianza se afianzó en los últimos días con una serie de gestos, encuentros y acuerdos bilaterales. La visita de Bessent a Buenos Aires confirmó la afinidad con el economista libertario, que desde que asumió el cargo en diciembre de 2023 viajó en siete ocasiones a Estados Unidos. El secretario del Tesoro aplaudió a su Gobierno “por actuar con rapidez para negociar un paquete de medidas comerciales recíprocas” y manifestó el propósito de consolidar la posición de Argentina como “socio preferente”. Pero al margen de las declaraciones institucionales, hizo hincapié en la dimensión ideológica de su colaboración. “En el corazón de ambos movimientos está la creencia de que el poder pertenece al pueblo, no a los burócratas. Al abrazar la democracia por encima de la burocracia, ambos movimientos pretenden impulsar el crecimiento económico”, subrayó Bessent en redes sociales.Milei agradeció el apoyo de la Administración estadounidense ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial. “Que un funcionario de su calibre haya elegido venir a nuestro país marca un cambio de era en la cooperación entre ambos Estados”, enfatizó. El mandatario destacó entre los valores compartidos “la vida, la libertad y la propiedad privada”, cargó contra “el socialismo” y acató la ofensiva comercial iniciada por Trump, que en el caso de Argentina, como para el resto de Latinoamérica con la salvedad de Nicaragua y Venezuela, impone de momento gravámenes del 10% a las exportaciones. “Entendemos la propuesta de aranceles recíprocos y estamos listos para firmar un acuerdo comercial en dicha línea”, afirmó tras reunirse con Bessent el pasado lunes.El mismo día Bukele se reunió con el magnate republicano en el Despacho Oval. El encuentro tenía una trascendencia especial no solo por la profunda admiración profesada por el salvadoreño hacia su anfitrión, sino porque el presidente del país centroamericano puso a disposición de las autoridades estadounidenses la megacárcel bautizada como Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), joya de la corona de la guerra sin cuartel contra las pandillas. A mediados de marzo, más de 250 migrantes acusados de pertenecer a la banda criminal de origen venezolano El Tren de Aragua y a la Mara Salvatrucha 13 fueron deportados a esa prisión sin garantías judiciales. El Tribunal Supremo de Estados Unidos ordenó “facilitar” el regreso de uno de ellos, un salvadoreño expulsado por error, pero los dos Gobiernos han hecho oídos sordos a la petición. Es más, en la comparecencia conjunta quedó enterrada esa posibilidad. “¿Cómo voy a meter de contrabando a un terrorista en Estados Unidos? Por supuesto, no voy a hacerlo”, zanjó.El presidente de El Salvador, Nayib Bukele y Donald Trump en la Casa Blanca.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)El populismo punitivo de Bukele, que logró frenar el avance de las maras a costa de un grave deterioro de libertades y derechos detectado por múltiples organismos internacionales y denunciado también por Naciones Unidas, recibe el aplauso de la extrema derecha mundial y ha logrado establecer una línea directa con Washington. La visita fue un rosario de piropos. “Agradecemos vuestra colaboración”, le dijo Trump. “Ustedes quieren acabar con la delincuencia, nosotros también queremos eso. Sus políticas han sido muy eficaces. Quiero decirle al pueblo salvadoreño que tienen una pasada de presidente”, agregó. La respuesta de su homólogo fue exactamente la que el republicano quería escuchar: “Sabemos que ustedes afrontan un problema con la delincuencia y con el terrorismo y que podemos ayudar […]. Algunos dicen que encerramos a miles, prefiero decir que en realidad liberamos a millones”. “Qué bien. ¿Quién le habrá dado esa frase? ¿Cree que me dejaría usarla?”, bromeó Trump.Pero más allá de la sintonía exhibida ante las cámaras, Bukele, en busca del favor de Trump y su entorno desde su primera Administración, también logra unos beneficios concretos. Recibirá una recompensa de seis millones de dólares a cambio de encerrar a los deportados en su sistema penitenciario. Y el Departamento de Estado estampó un sello verde en el mapa de El Salvador, elevando hasta el “nivel 1″ las garantías de seguridad para viajar al país centroamericano, por encima del Reino Unido, Francia o Italia. Lo anunció el propio Marco Rubio, responsable de la cartera, asegurando que el “liderazgo de Nayib Bukele fue crucial”.Rubio también felicitó el pasado lunes al ecuatoriano Daniel Noboa, político derechista y heredero de la mayor fortuna del país andino, que arrasó en las elecciones frente a la izquierdista Luisa González. El secretario de Estado, el primer latino a la cabeza de la diplomacia estadounidense, marcó enseguida los términos del entendimiento bilateral: “Juntos trabajaremos para proteger nuestros países de organizaciones criminales peligrosas y frenar la inmigración ilegal”. Uno de los primeros decretos firmados por Noboa tras el triunfo autorizó precisamente un viaje a Florida, entre el jueves 17 y el martes 22 de abril, “para atender asuntos personales”. Noboa, nacido en Miami, declaró a la cadena CNN que confía en recibir “paquetes de ayudas reales” de Washington para hacer frente a la crisis de violencia que ha sembrado el caos en Ecuador. El mandatario ya ha militarizado la seguridad sin especiales logros, pero está perfectamente alineado con la filosofía de Trump. Antes de la jornada electoral, viajó a Mar-a-Lago en busca de una fotografía con el republicano, consiguió volver con una instantánea casual, aunque la oposición le dejó en evidencia por no haber tenido una verdadera reunión bilateral.La política exterior del segundo mandato del presidente de Estados Unidos se ha volcado en América Latina con una intensidad inesperada. Y mientras los principales dirigentes progresistas de la región, con la mexicana Claudia Sheinbaum, el colombiano Gustavo Petro o el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva a la cabeza, mantienen de momento relaciones cordiales con Washington marcando las distancias con sus decisiones, la Administración republicana teje una red de alianzas con sus afines. Las miras expansionistas en Panamá le costaron a Trump el apoyo incondicional de su presidente, José Raúl Mulino, quien ganó las elecciones con un discurso que recordaba al estilo del magnate neoyorquino. En cualquier caso, la Casa Blanca ya ha puesto una pica en Centroamérica, en el Cono Sur y en la Región Andina.

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